La vida comprometida con Dios

La vida comprometida con Dios


Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; más en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado. Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. (Juan 1:19-28)


La Biblia nos muestra los retos que Juan el bautista experimentó en su ministerio, los religiosos, a pesar de conocer las escrituras, no toleraban el llamado a una vida comprometida con Dios sin su intervención, precisamente porque habían cambiado lo que esto significaba caminar con Dios por sus propios ideales (Mt. 15:8). Siempre estaban pendientes de cualquier actividad espiritual diferente para censurarla. Juan, sin embargo, sentó las bases para que el pueblo, pudiera identificar al Mesías, nunca intentó presentarse como el Mesías, sino como aquel que preparaba el camino a su llegada. Su compromiso con dicha labor fue más allá del temor a la opinión pública o poder religioso, fue un ejemplo de salvación y vida verdaderamente renovada por el poder de Dios. El Señor uso este compromiso para sentar las bases del bautismo que, ilustraría nuestra nueva relación espiritual y nuestra obediencia al realizarlo como norma (Mt. 28:19; Ro. 6:3)


La vida comprometida con Dios es aquella, que no se limita ante la oposición ni cae presa de las excusas con las que, algunos minimizan la responsabilidad adquirida con el evangelio. Hablar de Cristo y anunciar su victorioso regreso por sus hijos, es algo con lo que debemos comprometernos cada día. Especialmente por la gran confusión religioso que existe el hoy día, igualmente por la oposición moral que atenta contra el conocimiento del verdadero estilo de vida que el creyente, imitando a Cristo, debe modelar (Ef. 4:1; 1 Jn. 2:6), nuestras vidas y nuestro compromiso deben guiar a otros a la cruz. Mientras modelamos este compromiso, además, debemos cuidarnos de no desviar la atención de aquellos que nos observan hacia nosotros, sino aquel que obro en nuestro corazón el amor por su obra y nos mantiene en firmeza para continuarla según el puro afecto de su voluntad (Stgo. 1:18).


Hermanos, Dios opera una transformación, que nos da el valor para comprometernos a pesar de las distracciones y murallas que se levantan contra el conocimiento de Dios, solo debemos fortalecer nuestra relación con El y ser fieles a nuestro llamado. Amigo, si aún te falta dicho compromiso, te animamos a reflexionar hoy en tu vida, porque sin Cristo, no habrá un compromiso con Dios en ti (He. 12:12-13). ¡Entrega hoy tu vida a Jesús! Dios te bendiga.


Acompáñanos a leer la Biblia en un año: Mateo 13-15

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