La obra de Dios, mas allá de la religión

La obra de Dios, mas allá de la religión


Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. Entonces le preguntaron: Quién es el que te dijo: ¿Toma tu lecho y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y avisó a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. (Jn. 5:10-16)


Comúnmente Juan identifica a los lideres religiosos como judíos, aquí vemos la gran hostilidad que tenían estos lideres con Jesús, principalmente por asuntos del día de reposo. El evidencio el corazón religioso de estos judíos que se enfocaban más en las normas humanas que en la obra y propósito de Dios mismo (Mt. 15:8-9), algo que Jesús les reprochó ampliamente y a lo que, nunca se adecuo en todo su ministerio (Jn. 7:21-23; Mt. 12:1-4). Aquí vemos cómo Jesús favorece a este hombre prácticamente desamparado, el reproche de ellos era válido, ante las normas humanas que se habían levantado por sus interpretaciones, pero ante Dios, no violentaba su ley (Os. 6:6; Mt. 12;7).


Ellos no se alegran por este hombre, tampoco se alegran de que Él, Cristo, se identificará como Mesías “al que supuestamente esperaban” sino que, por hacer las cosas contrarias a sus normas religiosas sentían odio donde debería haber fe y gratitud por su llegada, aquel hombre preocupado por su peca anuncia que fue Jesús quien le sano. Al hablar Jesús con él, le encomienda cambiar su vida para que no sufriera algo peor. El abuso del pecado podría atraer problemas a las vidas (1 Co. 11:30), aunque no era algo que sucedía en todos los casos (Jn. 9:1-3), Jesús le advierte del peligro.


La religiosidad que se resiste a la voluntad de Dios, trazando su propio camino nunca estará satisfecha con la obra del Señor (Mt. 15:8), Desde mediados del siglo XX muchos presuponen que es lo que Dios puede o no hacer, algo que El mismo no aprueba (Mt. 19:26). El religioso prefiere abrazar normas y obras que vivir la fe y las escrituras, por tanto, hemos de aprender a sentir gratitud cuando vemos la obra de Dios obrando en nuestro entorno (Col. 3:15c), e igualmente, aceptar con fe, las enseñanzas divinas que nos revelan el carácter y proceder de Dios, para que, al momento de que el obre podremos tener seguridad de si es algo que proviene de Él o no.


Lo opuesto, es una de las marcas puntuales de los corazones religiosos, se conforman con seguir normas, aunque no puedan experimentar abundancia espiritual, los rituales son discutidos por la obediencia y la apariencia es suficiente, aunque no toque las imperfecciones del corazón que Dios desea purificar por su Palabra (He. 4:12). Hemos de cuidarnos señalando lo que Dios puede o no puede hacer, si bien es cierto, que ha habido un exagerado énfasis en que Dios hará todo lo que deseamos, esto no implica, que haya cosas que Dios no pueda hacer, salvo que El mismo haya señalado que no es algo que proceda.


Hermanos, oremos al Señor para que respondamos en compromiso siempre que su Palabra nos hable, esto es algo que, El honrara siempre en nuestras vidas (Jn. 14:21). Por otro lado, se hace necesario que recordemos, que el Dios a quien servimos es todo poderoso (Gn. 17:1), desde la perspectiva del paralitico, hemos de aprender a confiar cuando Dios nos dice que hará algo a nuestro favor, desde la perspectiva de los fariseos, hemos de aprender a no limitar el poder de Dios porque el que cree, podrá participar de sus milagros (Mr. 9:23), no permitamos que las interpretaciones de los hombres socaven la fe en lo que Dios puede hacer. 


Amigo, posiblemente hayas dependido de la religión, y te hayas conformado con ciertas acciones, pero tu corazón esta vacío (Mr. 7:6). está lleno de luchas y situaciones que roban cada vez más tu verdadero amor a Dios y te sumergen en actividades que no afectan tu corazón. Pero hoy, al igual que paso con aquel hombre, Jesús te hace un llamado para obrar el mayor milagro de la vida, la transformación del corazón y la vida abundante (Jn. 8:12), Ven a Cristo y permite que Él sea quien pastore verdaderamente tu corazón (Jn. 10:11). 


Dios te bendiga


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