El pecado separa al hombre de la presencia de Dios

El pecado separa al hombre de la presencia de Dios


Otra vez les dijo Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir. Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: A donde yo voy, ¿vosotros no podéis venir? Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (Jn. 8:21-24)


Jesús ante la dureza de corazón de los religiosos, vuelve hacer alusión a su muerte, resurrección y ascensión, resaltando el hecho de que ellos no podrán participar de su compañía en la eternidad, sino todo lo opuesto, ya que solo aquello que siguen a Jesús en la tierra, tendrán el privilegio de acompañarlo eternamente en la gloria, así que, su rechazo, era su auto condenación (3:18, Mt. 8:12), este rechazo estaba marcado porque prefirieron la vida de pecado que el amor y bondad de Dios para sus vidas (Lc. 13:3, 5), mientras cavilaban en la expresión de Jesús se preguntaban si se quitaría la vida, otra consideración irónica puesto que ellos querían darle fin por evidenciar su maldad, mostrando falta de entendimiento (7:33-35), le acusan de querer quitarse la vida, lo cual era visto por ellos como saltar a la condenación.


Jesús no presta atención a sus necias expresiones y evidencia que ellos están atrapados por el sistema del mundo y que, por esta razón, son reos de condenación (1 Jn. 2:17ª), tal como Juan resalta en el Vv. 16, las personas sin Dios están presas de la vanidad, la carne y el orgullo o egoísmo que le llevan a buscar maneras pecaminosas de buscar felicidad en su vida. En esta reflexión Jesús está definiendo que, por su amor al mundo, se estaban convirtiendo en enemigos de Dios (Stgo. 4:4). Pero Cristo a diferencia de esto, era ciudadano celestial como le había enfatizado repetidamente y reiterara más adelante. (6:50-51, 8:42), finalmente Jesús les dice, que, si su incredulidad persiste y se aferran en sus pecados, ellos serian condenados por su obstinación y su rechazo al camino que Dios trazo para salvarles (Jn. 14:6).


En general las personas entienden que el pecado es algo que nos aleja de Dios, saben que las cosas malas pueden acarrear malas consecuencias en la vida, y claro la Biblia determina que cuando cosechamos algo negativo, cosecharemos cosas negativas en nuestras vidas (Ga. 6:7). Sin embargo, lo que muchas personas ignoran es que esto es igual cuando se habla de la eternidad del alma (Ro. 6:23), la vida del pecado no es la razón única, ya que todos somos pecadores (Ro. 3:23, 5:12), la condenación se acentúa en aquellos que conociendo sus pecados y la salvación que solo Jesús ofrece, se resisten orgullosamente a su vida de pecado y se quedan buscando el placer donde no lo está. Es la incredulidad y obstinación a la Palabra de Dios, la que evidencia en que está centrado el corazón de la persona, el cual los engaña para vivir la vida de desenfreno (Je. 17:9).


Esto no es todo lo que se tiene que decir con respecto a la eternidad, no todo este perdido, por la herencia pecaminosa podemos vivir en el pecado, pero por la obra de Cristo, encontramos perdón y seguridad eterna (6:54), la Biblia hace un llamado claro al hombre si confesamos nuestros pecados de corazón creyendo en la obra de Cristo seremos salvados de nuestras debilidades, de la condenación y de la influencia pecaminosa que gobierna el mundo sumergiéndolo en oscuridad (Ro. 10:9-10, 1 Jn. 5:4), Dios ha determinado un camino directo a su presencia, este camino no puede ser modificado o alterado si realmente se desea experimentar la salvación, debemos acercarnos a Dios en la obra poderosa de Jesucristo.


Hermanos, cada día se levantan todo tipo de ideas que intentan desentrenar aquello que es verdadero y atacan los cimientos de la fe, pero hemos de recordar que Dios ha de tomar acción contra aquellos que cambian su verdad para crear la suya propia (Is. 5:20), no permitas que tu fe divague por las nuevas tendencias, por la normalización del pecado o por que otros vuelven atrás, continua firme porque nadie puede poner otro fundamento del que ya está puesto y este es Cristo (1 Co. 3:11). Amigo no permitas que el engaño del pecado sigue distanciando tu alma y corazón de Dios (He. 3:13), no caigas en las artimañas de satanás que desea encadenarte en los placeres temporales de este mundo. Solo aquellos que siguen a Dios y su voluntad, permanecerán para siempre. No seas incrédulo, ni ames más el pecado que a Dios, porque de otra manera lo lamentaras por la eternidad. Dios te bendiga.


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