Una invitación a participar de la obra de Dios

Una invitación a participar de la obra de Dios

No decís vosotros: ¿Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. (Jn. 4:35-38)

Mientras la Mujer samaritana comparte con los suyos Vv. 28 el impacto de Cristo a su vida, Jesús utiliza una ilustración agrícola para motivar a los discípulos a evitar la pasividad ante los eventos que están siendo canalizado por Dios delante de ellos. Tal como se esperaba pasivamente que el grano se desarrollara para cuando llegara la cosecha. Pero ellos deberían entender que aquella conversación extraña y la que se avecina con los samaritanos, es producto de que, las personas “Ciega” están listas para escuchar el mensaje de salvación, este fue el propósito de Cristo encarnarse (Ga. 4:4, Jn. 1:14), tal como les expreso ante la conversión de Zaqueo (Lc. 19:10). 

Se les advierte a ellos, que no pensaran en que, aún falta algun tiempo, ya el momento habia llegado, les invita a levantar la mirada posiblemente para que vieran acercarse a los samaritanos que la mujer traía Vv. 30, 40. y aunque esta labor, no habia sido iniciada por ellos, deberían estar listos para predicar el evangelio, involucrándose en aquello que Dios les permitía experimentar, siendo bendecidos cuando Dios los honrara con gran gozo, permitiéndoles ver la salvación. Y su fruto permanecería por siempre (Mt. 6:19-20)

Nosotros hemos experimentado el valor que tienen ciertas invitaciones, donde se nos concede el privilegio de participar de ciertas actividades formales o informales, sentimos alegría y dicha al ser considerados dignos de aquel honor. Jesús sigue forjando esta comprensión en el corazón de los discípulos para que, entiendan lo glorioso que es participar de la obra de Dios (Ro. 10:15), hoy día, nosotros sabemos que ellos entendieron este honor a tal punto que, eventualmente, lograron borrar la barrera culturar y religiosa que hasta este momento aún estaba presente en ellos (Ga. 3:28). 

Nosotros hemos de entender que Dios nos llama con propósitos planificados soberanamente aun antes de la fundación del mundo (Ef. 2:10). Cuando un creyente ha sido salvado por Cristo, ha sido alcanzado por la gracia de Dios, sus pecados perdonados y recibimos la seguridad eterna de estar toda la eternidad junto a Él, sino que, tambien somos llamados a ser parte activa de la obra de Dios (Mt. 5:14-16), con el propósito de que las almas vengan a sus pies, esto incluye trabajo evangelístico, palabras de aliento, aporte para la obra de Dios, proveer a los necesitados según seamos prosperados, Etc. Dios esta obrando y usa a su pueblo para realizar esa obra en medio de su creación, la cual estamos llamados a impactar para que el hombre vuelva a su salvador (2 Co. 5:20-21)

Hermanos, la Biblia nos muestra los propósitos de Dios para el mundo, pero tambien, nos ayuda a discernir junto al Espiritu Santo, como Dios se esta manifestando alrededor nuestro (1 Co. 2:16) y el propósito es que podamos ayudar a otros a discernir su voluntad y propósitos para con sus vidas, dentro de ellos la salvación (Ez. 18:32, Jn. 3:16-17), debemos pedir discernimiento y compromiso para ayudar a otros a conocer esa voluntad. Amigo, Dios te invita primera mente a participar de su gracia, es su anhelo mostrarte su amor (Ef. 2:4-5), una vez que esto sea un hecho en tu vida, Dios, te capacitara para que seas un medio de bendición para otros (2 Co. 1:4), no resistas más el amoroso llamado que Dios te hace, entrega hoy a Cristo tu vida, y recibe el privilegio de participar de la obra del creador del universo, quien desea hacerte participante de sus favores. Dios te bendiga. 

Acompáñanos a leer la Biblia en un año: Juan 10-12


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