La gracia que Dios muestra para con los pecadores
El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. (Jn. 8:7b-11)
Ante la incitación de los fariseos para señalar el pecado de esta mujer, el cual no justifica, ni minimiza, pregunta quien de ellos merecería menos castigo que ella, de esta manera sencilla y puntual Jesús no solo evidencia su pecado, sino que evita alguna especie de resuelva social, porque los romanos deberían aprobar las acciones sociales, así que, vuelve la responsabilidad de su maldad tras sus malintencionados religiosos, quienes deberían tener la dignidad ante Dios de poder lanzar piedras contra ella (Dt. 17:2-7). Llevándolos incluso a reflexionar, sobre lo que estaban intentando hacer en aquel escenario público de tentarlo maliciosamente Vv.6a. Con algo que ellos mismo pudieron haber preparado para juzgar a Jesús y a esta mujer a quien no le veían valor social.
Irónicamente desde el más grande hasta el más joven, se alejaron con la vergüenza que querían hacer pasar a Jesús, dentro de todo lo que pudieron entender, fue la naturaleza de su propio pecado y maldad para con El y la mujer. La conciencia que Dios puso en el ser humano, por más que nos resistamos aceptarla nos acusa de nuestra maldad, especialmente cuando estamos ante la santidad de Dios (Ro. 2:15). A todo esto solo queda la mujer frente a Jesús con todo el sentimiento de vergüenza y humillación publica de su accionar, Jesús se levanta y respetuosamente se dirige hacia ella, para reafirmar su propósito de salvador (3:17), de alguna manera a diferencia de los fariseos, Jesús no tuvo que predicar a la mujer, aquel escenario era suficiente para que viera a Dios obrando “El acepta su declaración de Señor” con mayor aceptación que la de los maliciosos, así que El, la absuelve de cualquier juicio públicamente, demandándole dejar esas prácticas inmorales, solo posible por El (Ro. 6:1-2).
Desde el comienzo de su ministerio, Jesús expreso su compromiso de venir a salvar a los pecadores, demandando un arrepentimiento genuino de quienes desean el perdón (Mt. 4:17), este es el regalo más glorioso del que el hombre puede participar (Ef. 2:5-9), no es algo que ganamos por nuestros méritos, sino, por la obra vicaria de Cristo a nuestro favor (Ro. 5:1), ahora, debemos comprender que la gracia de Dios seguirá estando disponible para nosotros todo el tiempo sin importar la circunstancia, esto por supuesto, no es un llamado a vivir la vida de desenfreno y pecado, puesto que, las demandas de santidad son claras y continuas en las escrituras (1 P. 1:14-16; Ef. 4:22-24), lo que aprendemos aquí, es que, no hay pecado tan grande que Él no pueda perdonar, tampoco ninguna carga de las que no pueda liberarnos.
Cuando hablamos de personas que ya han sido salvas, la Biblia nos ofrece el beneficio del perdón completo, cuando hay genuina conversión, porque Cristo intercede por nosotros (1 Jn. 1:9, 2:1), nos cuidamos del pecado, pero también nos cuidamos de las acusaciones y sentimientos de culpa que satanás intenta sembrar en los corazones al momento de la caída (Ap. 12:10). La biblia nos muestra que podemos acercarnos confiadamente a la presencia de Dios para ser perdonados y restaurados a la hora de pecar (He. 4:16), por tanto, mientras batallamos contra los deseos de la carne, no caigamos en el error de pensar que si caemos en algún momento ya Dios no va a perdonarnos, porque sus misericordias son nuevas cada mañana (Lm. 3:22-23).
Hermanos, Cristo una vez que viene a nuestras vidas nos hace nuevas creaturas (2 Co. 5:17), esa transformación se muestra también en una liberación de la vida pecaminosa (8:36), al ver estas enseñanzas y reconocer el carácter perdonador de Dios, no tenemos más que, esforzarnos por vivir conforme a sus normas y estatutos por amor (14:15, Col. 2:5a), tenemos que batallar continuamente contra el pecado para ir avanzando a la estatura de la santidad que Dios desea ir produciendo en nosotros.
Amigo, Ahora mismo puede haber todo tipo de situaciones en tu vida, pudiera ser que estés pensando que estas en ese punto donde, ya no hay esperanza para ti, pero la gracia de Dios abunda en aquellos que reconociendo sus pecados se rinden a sus pies buscando misericordia (Ro. 5:20), Dios envió a su hijo a morir en la cruz por ti, eso habla del valor que Dios ve en ti, ciertamente no está contento con la vida del pecado, pero nunca rechaza aquellos que le buscan de corazón (Mt. 7:7), hoy es un buen momento para que te arrepientas, recibas el perdón de pecados y la vida nueva. Dios te bendiga
Acompáñanos a leer la Biblia en un año: Hebreos 10-13
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