La tristeza del creyente se convertirá en gozo inefable
Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre. Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla. Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. (Jn. 16:16-22)
Jesús les explica que su hora está cerca, pero como ya ha dicho en textos anteriores, ellos aun no comprenden la magnitud de los acontecimientos y las implicaciones que van a ocurrir en aquella noche Vv. 12, solo hay tristeza en ellos por las palabras de partida de Cristo, Por lo que, El Les explica que se trata de la gran tristeza que le produciría la Cruz, ya que Él se dirigía a redimir la humanidad y presentarse ante El Padre, esto produciría en su muerte una falsa y momentánea alegría en los enemigos de Dios, la cual fue precedida de un escarnio a su persona (Mt. 27:42). pero aún así, ellos volverían a verlo y toda la tristeza se convertiría en un gozo inefable. Este regreso tiene dos implicaciones, el primero apunta a los cuarenta días que pasaría en la tierra el Cristo resucitado (Hch. 1:3), a una cantidad bastante considerable de personas (1 Co. 15:4-9).
Jesús usa una alegoría para explicarles la tristeza que ellos iban a sentir al verle crucificado, algo que Él les había reiterado era necesario (Mt. 16:21), así como cuando una mujer está en dolores de parto, y solo quiere completar la dolorosa labor (Gn. 3:16) ellos se sentirían desesperados, pero, así como al completar el proceso la madre reboza de felicidad al ver los resultados de su alumbramiento, ellos quedarían encantados al ver la obra redentora de Cristo consumarse, e irla comprendiendo aún más con el paso de tiempo. Ellos tres días después comenzarían a restaurar la tristeza del corazón, cuando Cristo se levantará de entre los muertos (Mt. 28:1-19), y las posteriores manifestaciones de su presencia que seguirían durante los próximos cuarenta días (1 Co. 15:5-9), este sería un gozo espiritual tan fuerte (Ga. 5:22), que ninguna persona o circunstancia tendría la capacidad de quitárselos.
Cuando pensamos en la vida cristiana, nosotros somos conscientes de que, en ocasiones, somos contristados por El Espíritu Santo, por nuestros pecados, por el costo de nuestra salvación, por las veces que erramos en la vida que agrada a Dios, etc. Pero como señala (2 Co. 7:10), la tristeza que es producida por Dios, produce vida en nosotros. Esos momentos de tristeza se convierten en gozo cuando arrepentidos, nos acercamos a la presencia de Dios, buscando pronto auxilio (He. 4:16) y en ese momento entendemos aún más el amor de Dios, el cual desborda nuestros corazones y nos llena de un gozo indescriptible, el cual, se une a las promesas y esperanza que tenemos en las escrituras, tanto para esta vida presente como para la que en nosotros ha de manifestarse (1 Co. 2:9), lo cual hace que se fortalezca nuestra fe.
Otro aspecto aún más humano, que nos genera tristeza es el pecado a nuestro alrededor, nos duele ver a los perdidos preferir su vida de pecado y sufrir las consecuencias negativas que acarrea esa vida de desenfreno, las persecuciones que experimentamos por nuestra fe, algo que Cristo nos advirtió (Mt. 10:22), junto a otros males y luchas propias de aquellos que queremos agradar a Dios en medio de una generación maligna y perversa (Fil. 2:15), aun toda esta tristeza como Jesús enfatizo (14:1-4), será despejada cuando estemos delante de la presencia del cordero y nuestras lagrimas sean limpiadas por su bondadosa y poderosa mano para que disfrutemos de una gloriosa eternidad (Ap. 21:1-5) y allá estaremos eternamente junto a Él (1 Tes. 4:17c). Por eso como señala Pablo, el creyente se mantiene centrado en las promesas de Dios, porque sabemos que nada de lo presente opaca lo que en nosotros ha de manifestarse (Ro. 8:18).
Hermanos, más allá de la circunstancia en la que te encuentres ahora, más allá del dolor, la escasez, la enfermedad o limitaciones físicas o persecución en la que te encuentres, no olvides que ya eres más que vencedor en Cristo (Ro. 8:37), y que nada pasara en tu vida, sin que la voluntad de Dios lo dirija para tu propio beneficio y la exaltación de su gloria (Ro. 8:28), y recuerda que sin importar lo que suceda aquí, nuestra ciudadanía está en los cielos, donde esperamos una eternidad gloriosa libre de pecado y calamidades (Fil. 1:20-21). Amigo, la única manera en que tu vida pueda experimentar la paradoja del gozo en medio de las pruebas es mediane la persona de Cristo. Solo Él puede capacitarte y llenarte de la esperanza suficiente para que nada de lo que suceda aquí, haga desmayar tu corazón. Para ello, necesitas responder con fe a su llamado al arrepentimiento y la vida nueva que solo El ofrece (Ef. 4:22-24), Ven a Cristo y recibe el sello de la salvación y la garantía de la redención. Dios te bendiga.
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