La duda y la perdición, por el fanatismo religioso
Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan, y yo los sane. Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él. Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios… (Jn. 12:37-43)
A pesar, de las señales que Jesús realizaba como aquel Mesías prometido, con el propósito de que pusieran su confianza en Dios (20:31) muchos se aferraron más a la falsa seguridad que les brindada su sistema religioso que, abrazar el llamado a la salvación y cambio que Jesús les hacía, respaldando su mensaje con señales y una vida integra (He. 4:15c). Juan señala que la dureza del pueblo era algo profetizado por Dios (Is. 6:9-10), haciendo que su incredulidad atestiguare contra ellos el día del juicio, por rechazar el medio de salvación que Dios había establecido (He. 9:27), otra profecía que Juan cita, es la que aparece en (Is. 53:1) que habla sobre el Mesías sufriente. Señalando que solo Dios da la gracia para que el hombre sea libre y crea, ya que no podemos tomar a la ligera las ataduras del pecado, al que están atados (8:34).
Pocos de estos privilegiados que, vieron al Mesías fueron salvados, principalmente, su incredulidad fue alimentada por el fanatismo religioso, la duda y la vanidad de buscar sus propios caminos para acercarse a Dios. Por esto, parte del juicio divino se manifiesta precisamente, permitiendo la incredulidad del hombre (Ro. 1:24), dejándoles permanecer en sus pecados. Ya que ellos escogieron permanecer atados porque abrazaron la religiosidad y el pecado en su proceder diario. Las referencias proféticas que se manifiestan aquí, no solo evidencian la dureza del pueblo, sino que, señalan el cumplimiento final de las profecías en las que finalmente Dios instauraría su mensaje y nueva relación personal con todos aquellos que creen. Por la obra verdadera del padre en sus corazones (6:44)
Estas enseñanzas nos llevan a reflexionar, en que, cuando presentamos el mensaje del evangelio, tal como Dios desea (Mt. 28:18-19), no se trata meramente de la pericia del predicador, sino de la manifestación de la gracia de Dios en aquellos corazones. A pesar de que, Cristo conocía todas las cosas, El no permitió que eso le estorbara. Sino que predicaba a todos y mostraba su bondad sin acepción, aunque en ocasiones decidía retener la manifestación de sus maravillas (Mt. 13:58), pero se había comprometido con llevar este mensaje de salvación al pueblo estableciendo las bases para la nueva relación que el hombre experimentaría con Dios mediante la obra de regeneración y El Espíritu Santo (Ez. 37:14, Ef. 1:13-14). Mientras Cristo predicaba, Dios atraía así mismo, aquellos que estaban conscientes de su necesidad y abrazan el regalo de la gracia.
Actualmente, nos encontramos con muchas personas que se aferran más a sus prácticas religiosas que al evangelio de Jesucristo, esto no ha de sorprendernos, porque precisamente, aquellos herederos de las promesas tomaron la misma actitud al exponerse a la verdad, pero ellos por sus acciones serán condenados y todos aquellos que crean, serán justificados ante Dios (Ga. 2:16). Como creyentes nuestra responsabilidad es compartir fielmente la verdad del evangelio, ayudar al hombre a ver su vida a la luz del espejo de la verdad (Stgo. 1:25), dándoles la oportunidad de mirar a Dios y clamar por su gracia, pero esta labor, hemos de hacerla en una plena dependencia del Espíritu de Dios, ciertamente hemos de conocer perfectamente el mensaje, pero dejar la obra completamente al Espíritu de Dios, sin el cual, no habrá una fe verdadera, no podemos permitir que más personas no creyentes tengan la idea de salvación solo porque repiten una oración y hacen parcialmente algunas prácticas religiosas.
Hermanos, nosotros hemos sido privilegiados con la fe, pero no es solo para nuestra vanagloria, sino para que seamos parte de los propósitos eternos (Ef. 2:10), dentro de estos planes, Dios ha definido que seamos porta voces de su verdad y un ejemplo de cómo vivir para gloria de Dios. Por tal razón, no caigamos presa del desanimo ante el rechazo o la religiosidad de aquellos que menosprecian la gracia de Dios. Nuestro trabajo es ir a predicar (Mr. 16:15), la obra de Dios es la de la transformación (Fil. 2:13). Amigo, al igual que estos religiosos empedernidos, tú tienes la opción de endurecerte y rechazarlo, o puedes reconocer su necesidad del evangelio y clamar a Cristo hoy por salvación. Si hoy entiendes tu condición de pecado y sientes la necesidad de buscar de su gracia es Dios obrando en tu vida (6:37), para manifestarte el amor que tiene por ti, no lo desprecies. Dios te bendiga.
Acompáñanos a leer la Biblia en un año: Éxodo 26-28
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