La respuesta a Cristo, definirá tu destino eterno

La respuesta a Cristo, definirá tu destino eterno 

Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho… (Jn. 12:44-50


Juan concluye la narrativa sobre el ministerio de Jesús, y como un resumen de su ministerio nos lleva junto a los lectores a meditar, en su necesidad de poner su mirada en El cómo Mesías, y cuáles serían las consecuencias para aquellos que se resisten aceptar su obra. Como ya ha señalado antes creerle a Él, es recibir el mensaje del Padre que lo había enviado (6:38), esta fe, llevaría al hombre a tener las fuerzas para vivir por encima de las ataduras del pecado, ya que precisamente es lo que Ofrece luego de su victoria en la Cruz (Col. 1:13), Aquellos lideres religiosos y todos los que escuchen su mensaje, serán juzgados, no por la voluntad del Padre, sino por haber escogido este camino de desobediencia. Sin importar cuales sean las razones para justificarlo, en (Mt. 13:19-22) Advierte de tres tipos de corazones que escuchan la Palabra, pero por diferentes motivos termina muriendo y no dando sus frutos.  


Este juicio puede tener consecuencias de una diva desordenada y sumergida en el pecado (8:34Ro. 1:24-26). Pero Cristo hace un énfasis marcado, sobre la dolorosa eternidad que experimentará aquel que decide rechazar su dirección y salvación, tal como resaltaría más adelante (Ap. 21:8). Sin embargo, Cristo, vino para que cada ser humano, que acepte su condición de pecado, pueda venir a Él y encontrar la liberación que su alma necesita, esta es la voluntad del Padre (8:32, 36), Esta fue la encomienda que El Padre le entrego y la razón de su encarnación (3:16-18). Estas advertencias son importantes, porque Dios efectuará su juicio, tal como sucedió con aquellos seres celestes que desobedecieron y recibieron condenación (Jud. 1:6). Tal resolución ya está determinada para aquellos que rechazan la verdad de Dios. 


Aún al final de su ministerio, Jesús muestra su compromiso con hablar según había recibido directamente de Dios, este no es un mensaje de amenazas sino uno de esperanza, su venida fue en amor, pero su obra es un juicio por naturaleza, puesto que el hombre, no tiene excusa ante la obra de la cruz a su favor, aunque ellos la rechacen (Jn. 15:22), todos los hombres tendrán que rendir cuentas a Dios, ante la revelación que Dios ha hecho al mundo, tanto en las marcas de todo lo creado (Sal. 19:1), como en la obra especial de la encarnación de su promesa en la persona de Cristo (1:14). Esto va mucho más allá de nuestra etnia, posición social, raza o preferencia religiosa, solo Cristo es el camino establecido por Dios hacia Él, y nadie podrá eludir esta realidad (He. 9:27).  


El mensaje de Jesús, sin embargo, ante esta realidad, que extrémese nuestros corazones pecaminosos, es uno de esperanza. El vino para que tengamos una oportunidad de romper las marcas del pecado, para que podamos caminar en comunión con Dios, aquella comunión que hemos perdido precisamente por nuestra pecaminosidad y que, no podremos recuperar a menos que, nuestros corazones sean limpiados por la sangre de Cristo (1 P. 1:2), algo que una persona puede alcanzar únicamente, mediante el arrepentimiento y la confesión de sus pecados, en ese momento, El hombre recibe la compañía continua de aquel que obra la santificación y transformación en su ser (Hch. 3:19-20, Ef. 1:13-14). Este Espíritu Santo, no solo vendrá a salvarnos, sino a guiarnos en el proceso de la santificación para vivir la vida que agrada a Dios.  


Hermanos, Nuestra vida, debe ser un destello de gratitud, para aquel que nos ha dado el privilegio de la salvación, esta gratitud también debe traducirse en un compromiso de llevar a otros este mismo mensaje de salvación, entendiendo que, no habrá ninguna persona a nuestro alrededor que pueda ser regenerada sin la obra de Cristo (1 Co. 12:13). Amigo, a pesar, de la confusión del relativismo moral e ideológico, Cristo. Nos dejó una clara dirección sobre que debemos hacer para pasar una eternidad junto al Padre, solo se puede lograr esta obra mediante el sacrificio de Cristo por su poder sobre la muerte, por tanto, no permitas que nada te aparte del único camino que puede llevarte a la comunión con Dios (14:6)… 


Acompáñanos a leer la Biblia en un año: Éxodo 29-31 


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